El camino para llegar hasta aquí no ha sido nada fácil.

Cuando tenía 8 años mi mejor maestra me apodó “Flecha Veloz”. Y con eso no solo hacía referencia a las mil palabras que digo por segundo al hablar. También incluye la velocidad con la que mi mente piensa y se anticipa (por eso verás muchos gazapos por acá).

Por supuesto, se refería sin duda alguna a mi inquietud por aprender, conocer y absorber todo lo que se ponga delante de mí como si no hubiese un mañana.

En la EGB pasé, además de ser flecha veloz, a ser “Caudillo”. Demasiado para una niña que tan solo era ella y no quería ser líder.

Una pequeña que siempre supo que le gustaba crear, y que creía que era normal presentarse y ganar un concurso de pintura con un dibujo de un pato de color naranja.

Al crecer me di cuenta de que lo “normal” para mí, no lo era mucho para el mundo exterior. Y entonces me cuestioné. Me controlé y me apagué.

Y así llegó la pandemia y con ella la luz. Y las personas que vieron dentro de mi bombilla la chispa que yo no era capaz de ver.

No ha sido fácil llegar hasta acá.

Me ha costado mucho entender que detrás de los mil nombres, marcas y proyectos con los que el mundo me conoció, simplemente no había nada más que YO.

No ha sido fácil.

Creo que el camino aún no termina, sigo pedaleando con la frente en alto y las rodillas rotas, diciéndole a todos ¡Hola soy Kathy Da Costa!